Novak Djokovic jugará el torneo de Wimbledon

El tenista serbio Novak Djokovic, N.2 del ranking mundial, está inscrito en el sorteo de Wimbledon que se celebra este viernes en Londres, por lo que participará en la gran cita de la temporada en hierba, apenas tres semanas después de someterse a una operación en la rodilla.

El serbio de 37 años, que aspira a conquistar Wimbledon por octava ocasión en su carrera y aumentar su récord de títulos del Grand Slam ganados a 25, se lesionó en el partido de octavos de final de Roland Garros a comienzos de junio y fue operado inmediatamente del menisco de la rodilla derecha.

Esa operación hizo que se temiera por su participación no sólo en Wimbledon, sino también en los Juegos de París (del 26 de julio al 11 de agosto), donde el serbio buscará el único gran título que falta en su carrera, el oro olímpico.

Hace unos días, Djokovic aseguró a la BBC que sólo participaría en Wimbledon si estaba en condiciones "al 100% de jugar" a su nivel.

"Solo jugaré si estoy en buenas condiciones para llegar lejos en el torneo y luchar por el título, esa es la condición", añadió.

Djokovic llegó el año pasado a la final en el All England Club, perdiendo en cinco emocionantes sets ante el joven español Carlos Alcaraz.

AFP.

 

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Superando obstáculos, un boxeador palestino se prepara para París 2024

Para preparar los Juegos Olímpicos de París, el boxeador palestino Wassim Abu Sal sigue las instrucciones que le envía por escrito su entrenador desde El Cairo, que no puede formarlo en persona a causa de las restricciones de movimiento impuestas por Israel.

A sus 20 años, Wassim Abu Sal ultima su puesta a punto antes de ser el primer boxeador palestino en competir en unos Juegos Olímpicos, después de haber recibido una invitación, y se imagina conquistando la primera medalla palestina en el evento.

"Es mi sueño desde que tenía 10 años", cuenta a la AFP en su gimnasio de Ramala, en Cisjordania ocupada. "Todos los días despertaba preguntándome cómo llegar a los Juegos Olímpicos", apunta.

Los palestinos están representados oficialmente en el seno del Comité Olímpico Internacional desde 1995.

Aunque no logró la clasificación para los Juegos de París, Wassim Abu Sal recibió una invitación mediante el sistema que busca que todos los países estén representados.

Participará por lo tanto en su primer combate olímpico el 28 de julio, a pesar de tener que realizar entrenamientos a distancia con su preparador, Ahmad Harara, un palestino de 32 años originario de la Franja de Gaza y que lleva años instalado en Egipto.

Wassim y Ahmad, pese a tener la misma nacionalidad, solo pueden verse en el extranjero ya que Israel no permite a los gazatíes ir a Cisjordania, salvo algunas excepciones.  

- Pocas competiciones -

"Solo lo veo cuando viajo" a torneos internacionales, explica el boxeador. "Él define mi programa de entrenamiento cada día y yo lo ejecuto todas las mañanas", cuenta.

Luego, su mentor, otro deportista, Nader Jayussi, toma el relevo en el gimnasio de Ramala donde otros promesas del boxeo intercambian golpes mientras suenan canciones tradicionales palestinas y de rap.

Su 'sparring' habitual no boxea en la misma categoría que él porque pesa 71 kg, por los 57 kg de Wassim Abu Sal. Tiene un adversario del mismo peso, pero vive en Jerusalén, lo que complica los combates entre ambos.

Cisjordania, ocupada desde 1967, está separada de Jerusalén oriental y de Israel por un muro. El paso de un lado a otro se realiza a través de puntos de control militares, y los palestinos de Cisjordania necesitan para ello un permiso. 

"Eso complica la organización de torneos, así que hay menos competiciones en el país", lamenta el boxeador, que subraya que acudir al extranjero tampoco es fácil. 

"Muchos países rechazan otorgar visados a los pasaportes palestinos, así que nos perdemos la posibilidad de acudir a torneos por la falta de visado", indica.

Para viajar a París, primero se desplazará a Amán, la capital de Jordania, por carretera.

- "Recuperar la vida" -

"No tenemos tantos buenos boxeadores que puedan entrenar con Wassim. Supone un gran reto para nosotros", explica Jayussi, para quien la aventura olímpica supone "un momento de orgullo".

Inevitablemente, la guerra en Gaza entre Israel y Hamás ha tenido un impacto en la salud mental de los deportistas, que reciben frecuentemente informaciones sobre compañeros que mueren, cuenta el entrenador.

Cita por ejemplo los casos de un preparador que murió en un ataque aéreo israelí, de un boxeador de Gaza que perdió a su tío y de otro que perdió un ojo por un obús.

En Ramala, Wassim Abu Sal "entrena, come y duerme", sin dejar de soñar con la medalla olímpica. "Es como si hubiera recuperado la vida", dice él mismo.

La guerra se desencadenó por el ataque del movimiento islamista palestino Hamás en suelo israelí el 7 de octubre, en el que murieron 1.194 personas, principalmente civiles, según un conteo de la AFP establecido a partir de datos oficiales israelíes.

Más de 37.700 palestinos murieron en Gaza desde el inicio de la guerra, en su mayoría civiles, según el Ministerio de Salud del gobierno de Gaza, dirigido por Hamás.

AFP.

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El deshielo del Everest hace aflorar los fantasmas del pasado

La desaparición de la nieve y el hielo en las laderas del Everest, consecuencia del cambio climático, está sacando a la luz los cadáveres de cientos de escaladores que murieron tratando de alcanzar el techo del mundo. 

Entre los que este año escalan el pico más alto del Himalaya hay un equipo singular, cuyo objetivo no es alcanzar la cima de 8.849 metros sino bajar restos humanos olvidados.  

Arriesgando sus vidas, ya han recuperado cinco cuerpos congelados, incluido un esqueleto, que luego llevaron hasta Katmandú, la capital de Nepal. 

Dos de los cuerpos ya han sido preidentificados a la espera de "pruebas detalladas" para confirmar su identidad, dijo Rakesh Gurung, del Ministerio de Turismo de Nepal. Algunos serán incinerados.

La misión de limpiar el Everest y los picos vecinos de Lhotse y Nuptse es difícil peligrosa y macabra.

"Debido a los efectos del cambio climático, los cuerpos y los residuos son cada vez más visibles a medida que disminuye la capa de nieve", dice a la AFP Aditya Karki, un comandante del ejército nepalí que lidera un equipo de 12 soldados y 18 escaladores. 

Más de 300 personas han muerto en el Everest desde que comenzaron las expediciones en la década de 1920, ocho de ellas en la última temporada.  

Muchos cuerpos quedaron en el lugar, algunos ocultos por la nieve o en grietas profundas. Otros todavía son visibles con sus ropa para escalar y se han convertido en puntos de referencia para los montañeros que les han dado apodos como "Botas Verdes" o "La Bella Durmiente". 

- "Zona de la muerte" -

"Hay un efecto psicológico", dice el mayor Aditya Karki.  "La gente cree que está entrando en un territorio divino cuando escala montañas pero si ve cadáveres en el camino puede tener un efecto negativo", asegura.

Muchos cuerpos se encuentran en la llamada "zona de la muerte", donde el bajo nivel de oxígeno aumenta el riesgo para la salud y puede ser fatal si se permanece allí mucho tiempo.

Para sacar uno de los cadáveres que estaba atrapado en el hielo se necesitó trabajar con agua caliente y un hacha durante 11 horas.

"Es extremadamente difícil", dice Tshiring Jangbu Sherpa, que dirigió la expedición para recuperar ese cadáver. 

"Sacar el cuerpo es una cosa, bajarlo es otra", asegura.

La recuperación de cadáveres a gran altura sigue siendo una cuestión controvertida en la comunidad de alpinistas. Cuesta miles de dólares y requiere hasta ocho rescatistas por cada cuerpo.

Es difícil transportar cargas pesadas a gran altitud y un cadáver puede pesar más de 100 kilos. Pero Aditya Karki cree que el esfuerzo es necesario.  

"Tenemos que traerlos de regreso tanto como sea posible", dice. "Si seguimos dejándolos atrás, nuestras montañas se convertirán en cementerios", agrega.  

Durante las misiones, los cuerpos a menudo se envuelven en una bolsa y luego se bajan en trineo.

Un cuerpo encontrado cerca de la cima del Lhotse, la cuarta más alta del mundo con 8.516 metros, fue uno de los más difíciles de bajar, afirma Tshiring Jangbu Sherpa.

"El cuerpo estaba congelado, las manos y las piernas separadas (...) Tuvimos que cargarlo hasta el Campamento 3 y solo allí se pudo trasladar en trineo", recuerda.

El Himalaya aún guardan muchos secretos.

El cuerpo de George Mallory, un montañero británico desaparecido en 1924, fue encontrado en 1999 pero el de su compañero Andrew Irvine nunca ha sido localizado.

Tampoco se encontró su cámara fotográfica, que podría proporcionar pruebas de que ese ascenso tuvo éxito y obligaría a reescribir la historia del montañismo.

En total, la campaña de limpieza de la montaña tiene un presupuesto de más de 600.000 dólares y ha movilizado a 171 guías y porteadores nepaleses que recuperaron 11 toneladas de residuos.

En el camino que conduce a la cumbre se ha encontrado carpas fluorescentes, equipamiento de escalada, cilindros de gas vacíos e incluso excrementos humanos.

"Las montañas nos han ofrecido muchas oportunidades", dice Tshiring Jangbu Sherpa. "Tenemos que devolvérselos, hay que sacar los desechos y los cuerpos", insiste.

AFP.

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